Tras el gran incendio forestal entre las provincias de Castellón y Teruel surgió la necesidad de crear un espacio en el que poder expresar lo ocurrido, atendiendo las emociones a través de una intervención artística.
Conectando con nosotras mismas habitando el cuerpo y paisaje, la muerte del bosque, la muerte...como gestionamos los duelos, como les damos espacio a nuestros propios incendios.
Es nuestro pequeño homenaje para honrar la tierra perdida, para curar el golpe emocional que hemos sufrido, recuperar la vida tras las llamas y dar paso a los nuevos brotes verdes que renacen entre cenizas al mismo tiempo de visibilizar la catástrofe, es una llamada a la acción, es una llamada a la observación, a la presencia y la expresión.
Subíamos despacio, hacia mucho frío…
Nos juntamos en círculo y creamos otro para unir, para sentirnos en ese espacio.
como comienzo, para mostrar respetos como lo haríamos en cualquier despedida, funeral…nacimiento.
El silencio era fuerte y los corazones apretados, lloramos y decidimos caminar.
Plantábamos semillas, nos desnudábamos para hacerlo, porque lo que había solo era honestidad, la honestidad de la muerte y nuestros cuerpos querían pertenecer al bosque, honrarlo, abrazarlo, llorarlo…
También volver a jugar con el, como las briznas que resurgen de las cenizas.
Porque no hay una única emoción y el dolor (tristeza) y la alegría pueden ocupar los mismos espacios. Nos abrimos a lo que ocurría y lo transformamos…surgió de la voz de las mujeres a las que acompañamos, surgió de los corazones apretados…